Chet Baker was God.
Not only did he master the trumpet; which led him to gain the respect of the greatest jazz legends, but he had a few other enviable gifts: a smooth voice, impeccable style and the face of a Hollywood star.
This made him irresistible to photographers, (like legendary jazz photographer William Claxton*), and they followed him around documenting his every move.
As a result, before his way of life killed his beauty, Chet left us thousands of iconic images, [amazing music aside, of course] that tell the story not only of an extraordinary man, but of a time when jazz more than a music genre, was a way of life.
Chet Baker era Dios.
No sólo tocaba la trompeta como un maestro; lo que le llevó a ganarse el respeto de las leyendas más grandes del jazz, sino que además tenía algunos otros dones envidiables: una voz seductora, un estilo impecable y una cara de estrella de Hollywood.
Ésto lo hacía irresistible para los fotógrafos de la época, (como el “fotógrafo del Jazz”, William Claxton**) que lo seguían a todas partes documentando su vida en cada momento.
Como resultado, antes de que la mala vida acabara con su belleza, Chet nos dejó miles de imagenes icónicas, [música alucinante aparte, claro] que no sólo nos hablan de un hombre extraordinario, sino que sirven de testimonio de una época en la que el jazz, más que un genero musical, era un estilo de vida.
*More on him later
**Más sobre él luego
No comments:
Post a Comment